domingo, 16 de noviembre de 2014

NECESITO

Lo necesito todo.
Necesito ser, estar y padecer. Necesito volver a sentir, quitarme la venda de los ojos, despertarme y poder volver a respirar. Necesito caminar hacia el mar, hundirme con cada paso, llegar al fondo y sentir sobre mis pulmones la presión del agua, necesito ese silencio y ese dolor.
Necesito llorar, vaciar el alma con un café en la mano y música en los oídos, intentando así deshacer el nudo de mi pecho y poder volver a respirar. Necesito también ser fuerte, negarme a la pena y solucionar los problemas al mirarlos a la cara y ver que no son tales, que son sólo espejismos, humo que se desvanece con un suspiro.
Necesito volver a querer, algo o a alguien, pero que la pasión inunde mis venas, pero se también que necesito estar sólo, encontrarme y dejar de depender de gente, que lo odio y que tengo que ser libre.
Necesito centrarme, darme cuenta de que estoy viviendo, que no estoy viendo la biografía de alguien ajeno, dejar las escusas y hacerme cargo de lo que soy. Necesito que me importe todo menos, conseguir relativizar lo esencial para no ahogarme solo en un vaso de agua, y poder lanzarme sin miedo a los brazos de lo que me gusta, de la música, el cine, el otoño y los atardeceres.
Se que quiero todo esto, cada una de estas cosas pero también sus opuestos, entonces, ¿que es lo que necesito realmente? Sinceramente espero no necesitarlo todo, porque no puedo tenerlo, no puedo tener la soledad y la compañía, implicarme y no dejarme tocar por nada... así que solo me queda esperar que al final la balanza se incline hacia un lado, y vea claramente que sólo necesito una de las dos caras de la moneda. Confío en que así sea porque no puedo creer que esté hecho para amar de igual forma los opuestos, que a lo máximo que puedo aspirar es a tener la mitad de lo que anhelo, que siempre voy a tener una mitad de mi cuerpo revolviéndose de dolor, mientras la otra intenta disfrutar y no escuchar los quejidos de su hermana. Espero de verdad que esto sea así, porque no puedo asumir que sea de otra forma, que no estoy hecho para ser feliz.

domingo, 6 de julio de 2014

¿Somos grandes o somos pequeños?

Cada uno de nosotros es un punto diminuto en el Universo. Aun así, a veces nos creemos grandes y poderosos. Sin embargo, otras nos damos cuenta de la cantidad de cosas que desconocemos y de cosas que no podemos controlar. Contradicciones, vueltas y más vueltas... La cuestión es, ¿somos grandes o somos pequeños?

Tenemos una vida, que podemos dirigir dentro de unos límites. Cada día de nuestra vida es una historia. Todos tenemos la capacidad de cambiar el mundo, o al menos nuestro mundo. Elegimos personas, objetos y caminos a lo largo de nuestra vida. Decidimos. Decidimos y actuamos. Y cada decisión con su sucesiva actuación va definiendo lo que será nuestra vida. Recuerdos. Tenemos tantos dentro de nosotros... Los hay que nos hacen sonreír y que nos hacen llorar. Los hay dulces, amargos y de todos los sabores. De algunos nacen los ¿Y si...?, que nos llevan a preguntarnos si hemos acertado, si eso es lo que siempre habíamos buscado. Pero sea cual sea la respuesta, tenemos que tener claro que debemos respetar a nuestro yo del pasado, a él y a sus decisiones, de tal modo que no exista el arrepentimiento. A veces nos sentimos seguros, porque tenemos la capacidad de elegir y de decidir muchas cosas. Porque cada vida, cada conjunto de decisiones, vivencias, recuerdos, sentimientos..., puede parecer infinita. Pero aun así, no podemos controlar todo. 

Hay gente muriéndose de hambre en la otra punta del planeta... y al otro lado de la calle. Hay sufrimiento, hay dolor y es capaz de colarse en tu vida o en la de los que te rodean sin que lo puedas evitar. Hay interrogantes que nos persiguen constantemente y por mucho que deseemos transformar un signo de interrogación en un punto no somos capaces. O tal vez sea mas correcto decir que no somos nadie para hacerlo. Hay cosas que tras muchos años de investigación no se han concluido y nunca se concluirán. Y hay otras que sí, pero de forma equivocada, y puede que nunca lo sepamos. Y es que aunque sintamos que somos grandes, hay muchas cosas que se nos escapan, porque nuestro entorno es enorme...

Somos pequeñas hormiguitas, pero tenemos una vida y cada vida es inmensa. Somos grandes y pequeños, somos una contradicción. Pero somos.

sábado, 5 de julio de 2014

Partir.

En el momento en el que salió de la casa no miró atrás, tampoco lo hizo mientras abandonaba el portal, cargado de maletas, no es hasta que hubo vagado durante horas sin rumbo cuando se planteó que había hecho. Nada de esto es mentira y nada es cierto, porque aunque la decisión de que debía abandonar la casa estaba tomada, y si bien es verdad que jamás giró la cabeza para ver lo que dejaba detrás, desde el principio sabía que se arrepentiría.
Era una certeza que no sabía de donde provenía, pero que había asumido desde el principio, igual que las leyes de la ciencia o los pocos dogmas de fe que  mantenía. Su escapada estaba condenada al fracaso, sin medios y con la franqueza de que la añoranza no lo iba a dejar escapar tan fácilmente sabía que en algún punto, antes o después, debería volver y remediar lo que iba acababa de hacer. Pero por mucho que supiera que era erróneo quería hacerlo, tenía que hacerlo, algo en su cuerpo lo pedía a gritos y necesitaba de una forma casi biológica.
Por eso cuando salió del portal no sentía ningún pesar por el futuro que se avecinaba, porque tenía la certeza de hacer lo correcto como solo pasa pocas veces en la vida. Su vida no fue fácil, tal como había previsto, no había nadie que diese trabajo a alguien con media carrera y la única experiencia de haber trabajado en el negocio de sus padres, tampoco era fácil hacer amistades de cero, no es que echara de menos las que tenía, pero nunca se sabe cuánto se extraña el simple contacto humano hasta que se pierde. Aveces se sorprendía acariciándose distraidamente, como si no pudiese más y su cuerpo hubiera ordenado de forma independiente esa burda artimaña para recordar lo que era ser querido.
Poco a poco fue consiguiendo sus metas: un trabajo, nuevos amigos, ser más abierta, una casa y volver a sonreír. Ésta le pilló de sorpresa a el mismo, pues ocurrió sin previo aviso durante una conversación de café, tras una broma pobre sobre un grupo de música que apenas conocía. El sonreír le dio fuerzas para afrontar el arrepentimiento que se demoraba en llegar, pero a día de hoy sigue esperando, sabe que llegará, cuando algo de su mundo anterior cambie: una mudanza, una pérdida... y la realidad asuma que ya nunca podrá ser como antes. Pero mientras tanto ha aprendido a disfrutar la vida, y que lo que venga jamás podrá mancillar lo vivido, lo bueno o lo malo, porque lo único que es tuyo en esta vida son tus recuerdos y tu pasado, y aún cuando no te pertenezcan estarán ahí inalterables, constituyendo una certeza ineludible sobre la que se asiente tu presente y futuro.

Descontrol

Hay cosas que pasan sin que sepamos ni cómo ni por qué. Es más, a veces no estamos seguros ni de cuándo han empezado a suceder. Estas cosas son sorpresas y suelen convertirse en los mejores momentos de nuestras vidas… y en los peores. Te hallas totalmente desprevenido, desnudo por completo, en tu cabeza no existe ni siquiera una remota posibilidad de que eso ocurra, no figura en tu mente, ni en tu imaginación, ni en tus sueños dulces, ni en tus peores pesadillas… not found. Pero aun asi, pasa. Es lo que tienen las sorpresas. Podemos buscar explicaciones. Pero eso no significa que las vayamos a encontrar. Este tipo de cosas pueden cambiar tu vida por completo.
Entre este tipo de cosas se encuentran las enfermedades que llegan de golpe, que irrumpen, que duelen, que tienen difícil solución. Que van matando por dentro hasta que un buen día deciden dar un pequeño aviso. Y después otro tras otro. Las células se reproducen mientras el miedo invade tu cuerpo. Y el de la gente que te rodea. Lo más fácil es negarlo, quedarse parado, oponerse a avanzar, aferrarse a lo que pasa a ser pasado nostálgicamente. Pero por desgracia, el camino fácil no suele ser el mejor. Sí, sé lo que estás pensando. No es justo. No deberíamos sentirnos superados así de repente sin tener tiempo a prepararnos. No es justo que algo tan pequeño cause un daño tan grande. Pero es que siempre va a haber algo que nos supere. Los males de hoy se acabarán, pero llegarán otros. La vida es un reto, nos pone a prueba constantemente. Y siempre habrá cosas malas que pasan sin que sepamos ni cómo ni por qué.
Pero también buenas…
Porque entre este tipo de cosas se encuentra también la “magia” que surge entre aquellos que se dan cuenta de que se quieren, de que ha aparecido un sentimiento nuevo, diferente, nunca antes detectado. Se encuentran los momentos de repentina felicidad extrema con distintas causas. Se encuentran los reencuentros inesperados. Se encuentran las alegrías o buenas noticias cuando ya habías pintado una cara triste con permanente. Se encuentran las personas que se quedan cuando pensabas que se estaban yendo. Se encuentran muchas, muchas, muchas sonrisas.
Este tipo de cosas pueden cambiar tu vida por completo. Pero es que la vida cambia y hay que viajar por ella, por sus mares agitados y por sus mares en calma. Incluso cuando los mares se convierten en océanos. Entre este tipo de cosas se encuentran las grandes pérdidas, pero también las grandes ganancias.

Estas cosas hacen reflexionar contra la inmensidad de la vida y lo lejos que estamos de poder controlarla, aunque a veces nos guste creer que es así.

jueves, 3 de julio de 2014

Mi ética.

Hace ya algún tiempo me entró una de esas crisis existenciales por la que todos pasamos, esas en las que te cuestionas todo par volver una y otra vez a la misma conclusión. En ella decidí que no podía seguir así, que debía ponerme un a ley vital, algo por lo que regirme y actuar siempre de acorde a ello, para así tener algo a lo que volver, un refugio al que ir cuando todo diese vueltas con la seguridad de que allí todo estaría en calma y tendría sentido.
No os creáis que fue fácil, para mucha gente eso lo proporciona la religión, la que sea, pero como no era mi caso debí buscarme mi propia respuesta. Pensé y busqué, escuché y hablé, y al final sólo conseguí sacar dos premisas, dos patrones en los que podría confiar para solucionar todo lo que se me plantease.
El primero era hacer y ser yo mismo, conseguir vencer todos mis reparos y barrer fuera de mi mente y corazón todo lo que la gente había ido poniendo allí a lo largo de mi vida con la intención de moldearme a su gusto o al de la sociedad. Quería poder hablar de todo, ser sincero sobre mi y sobre el resto de las cosas, al menos con la gente que me importaba. A día de hoy sólo puedo decir que no lo he conseguido, porque si hay algo que la gente puede decir sobre mí a ciencia cierta es que no me conoce, que nadie me conoce.
Soy consciente de que no soy tan hermético como creo ser, y que secretos que creo tener son verdades ciertas para quienes conviven conmigo, que parte de mis miedos los conocieron antes de que yo los asumiera, pero sigo pensando así, pienso que nunca he sentido la confianza, la conexión mágica, ya sea a primera vista o tras mucho roce, como para abrirme y que una persona me conozca. Supongo que el papel de persona que escucha atenta que creo que adopto a la perfección, sólo es una cobarde pantalla que dispongo cuando alguien se abre, cuando la mayoría de la gente lo que haría sería abrirse también.
Supongo que es por eso por lo que no soy alguien especial para nadie, y no digo que nadie me aprecie, o que no tenga amigos, buenos amigos, pero supongo que el no abrirse a nadie hace que no puedas ser su primera opción, esa persona especial que se llevaría a una isla despierta o a la que llevaría de viaje si le tocasen dos entradas por la radio. Y llegados a este punto vamos a aclarar que hablo tanto de amor como de amistad.
Recordáis que también había un segundo punto, ¿verdad?. Este es el de quedarme con aquella persona que me aprecie tanto como yo la aprecio a ella. Ver a esa persona como alguien realmente importante y cuidarla siempre ya que me parecía muy difícil alguien con el que tener ese equilibrio perfecto. Me parecía difícil pero ahora me parece imposible, siempre me descubro pensando en una persona que se que no piensa en mi, arriesgándolo todo por alguien que no digo que no me aprecie, pero que no saldría de su zona de confort simplemente para sacarme una sonrisa. Y aquí vuelvo a puntualizar que me refiero a todo tipo de relaciones. Soy una persona a la que la agobia la gente que se toma muchas confianzas o cariño muy rápido, pero que luego hace exactamente lo mismo con la gente que le apasiona, esa gente para la que luego sólo soy un elemento más del grupo o de su mundo. Esto supongo que engancha con lo de ser especial para alguien, ser imprescindible. Supongo que ser especial será una combinación de ambas, de que la otra persona también sea especial para ti, para que lo des todo por ella, y de que te abras a ella, para que no se encariñe de una ilusión que debas mantener para que todo perdure.
Hay días en los que todo está perdido, que no cumplir ninguna de las dos premisas me parece suficiente razón para echarlo todo por la borda, empezar de cero en otro lugar donde no tenga que derrumbar todo para poder empezar a construir lo que quiero, a construirme como me veo. Pero supongo que son esas mismas premisas las que impiden que lo haga, las que me aclaran la cabeza y suponen un centro al que agarrarme hasta que todo deje de dar vueltas. Porque aveces basta con tener un objetivo y luchar por cumplirlo, aún sabiendo que no lo vas a lograr.

martes, 3 de junio de 2014

Los amigos son la familia que elegimos.

¿Los amigos son la familia que elegimos?
Hay demasiadas cosas que decir de los amigos...
Los amigos son aquellos que logran que nos sintamos comprendidos, probablemente porque nos entienden. 
Los amigos son aquellos que están. 
Los amigos son aquellos que pueden hacer que te rías hasta quedarte sin respiración y delante de los que puedes llorar sin parar sin sentirte avergonzado. 
Los amigos son aquellos que te gritan cuando te tienen que gritar, que te hacen despertar cuando no estás siendo tú mismo.
Los amigos son sinceridad, aquellos que te van a hacer ver las cosas tal y como son, no tal y como tú quieres que sean. Pero, al mismo tiempo son los que te van a animar a conseguir el cambio que buscas, los que lo buscarán contigo. 
Los amigos son aquellos con los que puedes pasar horas y horas hablando de banalidades, los que te cuentan su vida, los que comparten su día a día contigo haciendo que parezca tuyo. 
Son los que hablan y los que escuchan y, sobre todo, los que saben cuando tienen que hablar y cuando tienen que escuchar. 
Con los amigos los parecidos valen oro y las diferencias te hacen crecer.
Los amigos son aquellos que entran en tu vida y parece que llevan estando ahí mucho tiempo. 
Son los que te aguantan y a los que no te importa aguantar. 
Los que conocen tu mejor lado, pero también el peor, los que son capaces de mantener este lado oscuro en un rincón. 
Los amigos son aquellos con los que compartes. Compartes de todo, experiencias, canciones, momentos, recuerdos, imágenes, películas, historias. 
Los amigos son un punto de apoyo y todos sabemos que con un punto de apoyo podemos mover el mundo, o eso sentimos. 
Los amigos tienen el don de convertirse en aquello que necesitas, sea fuerza, valor, o sea lo que sea. 
Al menos mis amigos. Así que si esto no te convence empieza a cambiar "los" por "mis". Pero, definitivamente, para mí, los amigos son la familia que elegimos. ¿Cómo los elegimos? Cuestiones de azar quizás. Pero es bien cierto que los amigos son aquellos que hacen que te sientas unido a ellos, con los que simpatizas. Tal vez tenemos detectores en el cuerpo que entre una multitud son capaces de localizar a esos individuos capaces de conectar contigo de un modo especial. 
Muchas felicidades a mi elegido Víctor Gutiérrez González.
Cuando la canción terminó dije algo: "Me siento infinito."

jueves, 15 de mayo de 2014

Viajes de carretera.

Eva se fue, dejó todo lo que conocía y voló, nunca miró atrás o nadie la vio hacerlo. La mañana en la que se fue, la primavera sonreía, el rocío alfombraba su camino por el jardín hasta la puerta de su casa, y allí simplemente Eva se esfumó. Dejó la mayoría de sus cosas como si fuese a utilizarlas al día siguiente, en los lugares en los que la rutina y el movimiento del día a día las habían ido poniendo, y no dijo ni un adiós.

Muchos la echaron de menos, incluso la buscaron al principio pensando que la marcha no había sido voluntaria, hasta que una postal desde Perú les informó de que había emprendido un viaje, y que no se preocuparan porque tenía todo lo necesario para poder llevarlo acabo. Eva no mentía, tenía el dinero necesario para aguantar la semana y se llevaba como compañía su imaginación y memoria.

Eva recorrió el mundo, rió, corrió y lloró, y todo esto sin compartirlo con el mundo o sin dejar constancia en una foto o imagen más allá de los versos o esbozos con los que de vez en cuando rellenaba la libreta que le acompañaba. Descubrió que la encantaba la comida picante, y que el mar podía ser tan transparente como el cristal, casi se enamoró una vez en un pequeño pueblo del sur de Argentina, y más de una vez tuvo que depender de la bondad humana para comer o dormir. Todo esto sólo lo conocía ella y las personas con las que se encontraba en su viaje, una travesía que sólo tenía un principio pero no se sabía si tendría un final. Nunca la importó trabajar durante pequeñas temporadas aquí y allá en lo que fuera, ahorrando para poder proseguir su migración mientras se empapaba de la cultura que la rodeaba.

Sabéis una historia graciosa, mientras pasaba una de esas "estancias de reabastecimiento" en Lima, Eva trabajó en un Starbucks en el centro, al que iban los turistas a tomar café y a intentar volver a estar online el tiempo suficiente para poder actualizar todos sus estados antes de que al dejar de existir en la red dejaran de existir en la realidad de los que la pueblan. Una tarde allí, Eva estaba mirando el reloj suplicando que fuera más rápido cuando de entre las decenas de caras que cruzaban la puerta en busca de un trozo de América apareció una conocida, Margaret, había ido con ella al colegio y vivía un par de calles más abajo. Mientras la atendía apenas podía reprimir el impulso de saludarla, pero ésta recogió su pedido y se fue a su mesa sin que esto ocurriera. No la había reconocido, ni siquiera se había parado dos segundos a mirar su cara impaciente como estaba de ver cuantos "me gustas" había recibido su última foto en Instagram, un selfie con un monumento cuyo nombre debía haber dicho el guía pero que ahora no recordaba. Eva entonces se dio cuenta de lo mucho que había cambiado, sabía que la soledad y el viaje cambiaba la forma de pensar y ver el mundo, pero no imaginaba que eso hubiera traspasado a su imagen de una forma tan radical.

Un día mientras andaba, la sobrevino de repente, no lo esperaba pero en ese instante supo que eso era lo que había estado buscando todo este tiempo, aquello por lo que había empezado el viaje, el sentimiento de libertad, de total y plena libertad. Sintió como su pecho se agrandaba, como si su ser se ampliara hasta hacerse más grande que su cuerpo, como si la desbordara y saliera por la punta de los dedos. Entonces supo que había encontrado su camino, que la drástica decisión que tomó aquella primavera era la correcta para ella. Cuando volviera a casa la gente tendría una vida construida a su alrededor: una casa, un coche, trabajo, quizá incluso hijos, pero ella tendría ese sentimiento y una historia, algo que sólo la pertenecía a ella, que nadie podría arrebatarla y que la había cambiado hasta la médula. En ese momento, Eva supo que era más feliz de lo que había sido nunca.