sábado, 5 de julio de 2014

Partir.

En el momento en el que salió de la casa no miró atrás, tampoco lo hizo mientras abandonaba el portal, cargado de maletas, no es hasta que hubo vagado durante horas sin rumbo cuando se planteó que había hecho. Nada de esto es mentira y nada es cierto, porque aunque la decisión de que debía abandonar la casa estaba tomada, y si bien es verdad que jamás giró la cabeza para ver lo que dejaba detrás, desde el principio sabía que se arrepentiría.
Era una certeza que no sabía de donde provenía, pero que había asumido desde el principio, igual que las leyes de la ciencia o los pocos dogmas de fe que  mantenía. Su escapada estaba condenada al fracaso, sin medios y con la franqueza de que la añoranza no lo iba a dejar escapar tan fácilmente sabía que en algún punto, antes o después, debería volver y remediar lo que iba acababa de hacer. Pero por mucho que supiera que era erróneo quería hacerlo, tenía que hacerlo, algo en su cuerpo lo pedía a gritos y necesitaba de una forma casi biológica.
Por eso cuando salió del portal no sentía ningún pesar por el futuro que se avecinaba, porque tenía la certeza de hacer lo correcto como solo pasa pocas veces en la vida. Su vida no fue fácil, tal como había previsto, no había nadie que diese trabajo a alguien con media carrera y la única experiencia de haber trabajado en el negocio de sus padres, tampoco era fácil hacer amistades de cero, no es que echara de menos las que tenía, pero nunca se sabe cuánto se extraña el simple contacto humano hasta que se pierde. Aveces se sorprendía acariciándose distraidamente, como si no pudiese más y su cuerpo hubiera ordenado de forma independiente esa burda artimaña para recordar lo que era ser querido.
Poco a poco fue consiguiendo sus metas: un trabajo, nuevos amigos, ser más abierta, una casa y volver a sonreír. Ésta le pilló de sorpresa a el mismo, pues ocurrió sin previo aviso durante una conversación de café, tras una broma pobre sobre un grupo de música que apenas conocía. El sonreír le dio fuerzas para afrontar el arrepentimiento que se demoraba en llegar, pero a día de hoy sigue esperando, sabe que llegará, cuando algo de su mundo anterior cambie: una mudanza, una pérdida... y la realidad asuma que ya nunca podrá ser como antes. Pero mientras tanto ha aprendido a disfrutar la vida, y que lo que venga jamás podrá mancillar lo vivido, lo bueno o lo malo, porque lo único que es tuyo en esta vida son tus recuerdos y tu pasado, y aún cuando no te pertenezcan estarán ahí inalterables, constituyendo una certeza ineludible sobre la que se asiente tu presente y futuro.

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