martes, 15 de abril de 2014

El guardián de la noche.

Escrutaba la noche a través de la ventana, empezaba su tiempo de guardia y espera así que fue directo a la cocina a hacerse un café. Mientras la leche se calentaba en el microondas fue hacia su escritorio y encendió el ordenador, que daba la espalda a un gran ventanal, su puesto de vigía aquella noche.. Daba al río que serpenteaba metros más abajo, abriendo una linea negra en la noche entre el rebaño de casas bajas que se agolpaban como ovejas perezosas sin un pastor. Bueno él sería esa noche su pastor y las guardaría.
Un pitido desde la cocina le devolvió al presente de su casa de tres habitaciones y recorrió el salón hasta el rincón que tras una barra hacía de cocina, allí sacó la taza y procedió a agitar su café en polvo al que no añadía azúcar. Una vez ya con la taza caliente entre las manos se sentó en el  escritorio que junto con la cocina y un colchón tirado en el suelo completaban la habitación. 
El sillón sobre el que estaban habría pertenecido a algún despacho de abogados o banco, hasta que un diseñador con voz extranjera y aire moderno habría decidido que ya no estaba a la moda, y lo había rescatado de la calle como la mesa o el ordenador.
Así entre sorbo y sorbo comenzó a nadar entre noticias, actuales y pasadas, canciones o fotos que ocupaban su pantalla unos pocos segundos o minutos antes de desvanecerse, hoy la guardia sería intensa así que no se concedería el entretenerse con una serie o película pues juzgaba que ocupaban demasiado tiempo y el necesitaba contemplar la calle a sus pies cada poco, asegurándose que todo siguiera en su lugar, y que la luna trazase su arco sin desviarse.
Las manecillas iban deslizándose por la esfera de su reloj de muñeca y las tazas vacías se iban acumulando alrededor, mientras el silencio de una noche de domingo continuaba su reinado sin saber que en unas pocas horas el bullicio de la mañana lo iba a vencer. No tubo ninguna tentación de salir a la calle y vagar por el empedrado, disfrutando del frescor y la calma pues todo lo que le interesaba estaba allí, tras la ventana de su ordenador y de su casa, que le ofrecían el mundo, un mundo que estaba acostumbrado a vivir de día y contemplar de noche, como un carpintero que trabajase por el día y por el noche se dedicase a contemplar los progresos de su creación.
En un instante todo comenzó a cambiar, primero fue una ventana del último piso de enfrente la que se encendió, dejando entrever la silueta de una mujer que se desperezaba y se desprendía de su ropa par un baño matutino, después fue la de uno de los edificios al margen del río la que vertió su brillo dorado a la oscuridad y poco a poco varias se sumaron mientras la noche clareaba y un resplandor rojizo asomaba al fondo, tras las casas, a la otra orilla de la linea de plata que también despertaba reflejando los primeros colores del día. En media hora el sol ya era una esfera completa en el firmamento y el silencio había dado paso al bullicio de los caminantes, en ese momento apagó el ordenador y llevó las tazas al fregadero, cerró las persianas y se tumbó. Un nuevo día había empezado, había visto otro amanecer y su mundo no había cambiado en la noche, por fin tranquilo podría dormir un poco para disfrutar del mundo que con tanto celo había guardado.

lunes, 14 de abril de 2014

Cogito ergo sum

Te apetece escribir. Pero no sabes sobre qué. Simplemente te apetece escribir. Sientes que algo fluye dentro de ti, te sientes vivo y concluyes que esa energía interior que te impulsa tiene que salir en forma de palabras. Llega el momento de enfrentarse a esa hoja de papel en blanco, a la que le tienes miedo. Pero no debes darle vueltas. Debes escribir, dejar que fluya, liberarte. Habla sobre una piedra o sobre lo que has hecho hace unas horas. Pero escribe. Sé. Vive. Habla. Exprésate.
Yo tengo la costumbre de pensar todo demasiadas veces. Igual que le di vueltas al tema de este texto antes de empezar a escribirlo, le doy vueltas y más vueltas a todo.Yo y muchos más, o muchos más y yo, si es que es más correcto. Supongo que nuestra naturaleza humana incita a eso. Bien me enseñaron que, aunque la teoría es importante, sin práctica es inútil. Y sí, el carpe diem está muy bien. Está genial si somos capaces de llevarlo a la práctica. Y aun siéndolo, muchas veces recaemos y nos olvidamos de esta filosofía de vida por un momento. Mirar para atrás, mirar hacia delante, mirarse en un espejo. En ocasiones es inevitable. A veces nos hacemos un lío con tres tiempos verbales que están muy bien relacionados. Porque, al fin y al cabo, este instante fue futuro, es presente y será pasado. Una relación estrecha que en ocasiones desemboca en solapamiento.
En cuanto al futuro. Es importante tener claro que es necesario vivir el presente. Disfrutarlo y despreocuparse, porque por mucho que se planeen las cosas cualquier imprevisto puede provocar un cambio, de modo que es mucho más útil estar preparado para todo. Vivir más y pensar menos. Aprender a estar en armonía con lo que tenemos sin intentar anticiparnos a algo que es muy superior a nosotros. 
En cuanto al pasado. Lamentarse por lo ya ocurrido es una mala costumbre que casi todos tenemos. Intentamos superar nuestro pasado, pero este vuelve a nosotros, o al menos a nuestra pequeña cabeza, aunque estemos deseando echarlo. Tal vez esto es causa de las vueltas que les damos a las decisiones antes de tomarlas. El temor a que esa sensación de arrepentimiento nos invada en un futuro (ya estamos pensando en el futuro de nuevo). Ese sentimiento de culpa que vuelve y vuelve aun cuando estábamos seguros de que se había ido para siempre. Pero todos sabemos que siempre y nunca son palabras peligrosas de las que no nos podemos fiar. Lo que hay que tener claro a la hora de decidir es que nos podemos equivocar. Y también que mirar atrás y judgar es muy sencillo; una vez que sabemos las consecuencias es muy fácil evaluar el camino que se eligió. Debemos aprender a respetar a nuestro yo del pasado. A aquel que tomó sus opciones, meditó e hizo que la balanza se inclinase con un porqué en la mente. Hay que respetar al yo del pasado, vivir con el yo del presente y guiar al yo del futuro. Eso es lo que hay que hacer.
¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Hacia dónde la estoy dirigiendo? ¿Me he equivocado en mis decisiones pasadas? Quizás la respuesta a todas estas preguntas sea única. Quizás la solución sea la misma que aquella que me animó a escribir estas líneas cuando no sabía que quería contar. Dejar que fluya. Ser. Vivir. Y, sobre todo, disfrutar. Pensar nos hace humanos y no debemos desaprovechar esta capacidad. Pero a veces hay que saber decir no y seguir para delante. Siendo nosotros, viviendo y disfrutando.
“Do not look back and grieve over the past, for it is gone; and do not be troubled about the future, for it has yet to come. Live in the present, and make it so beautiful that it will be worth remembering” Ida Scott Taylor
¡Ah! Y ya por último... ¡No te olvides! Escribe, porque...
Si escribes, es que eres. Que estás vivo y tienes voz.

lunes, 7 de abril de 2014

La rueda.

Alguna vez habéis sido felices, pero no me refiero a estar complacidos, tranquilos y en paz, me refiero a esa sensación de plenitud, a ese deseo de que el momento se extienda por siempre y no acabe, aunque eso signifique renunciar a un futuro de sorpresas, porque no quieres que nada cambie. Muchas veces esos momentos pillan por sorpresa, en un rayo de sol en la cara en un paseo por la plaza, o lejos de casa, donde nunca dirías que podrías encontrar tu hogar.

Ese sentimiento te llena, te dibuja en la cara una sonrisa sin tu quererlo y hace que el momento no se vaya de tu retina nunca, pero sin embargo el momento pasa, y el tiempo, que no entiende de deseos y plegarias, es igual de implacable que con los malos momentos, y arrastra todo luchando con el olvido contra tu memoria. No hay nada mejor que un momento de pura felicidad, ni nada más desgarrador que el vacío que deja, la sensación de que has rozado la gloria pero ya nada de eso queda, que tu vida ha vuelto a su gris normal. Es una sensación que me adormece cada vez que se produce y que me deja a merced de aquel tiempo implacable que todo lo cambia y cura.

Mi pregunta entonces es, no es posible la felicidad sin el vacío, la alegría sin el dolor, debo vivir siempre con miedo a que la rueda de otra vuelta y yo acabe bocabajo. Parece que sí, ¿no?, de hecho no soy el primero que piensa, canta o escribe sobre ello y no creo que diga nada nuevo, aunque la ingenuidad con la que todavía dudo de que la felicidad pueda ser un estado permanente pueda ser refrescante para algunos. Supongo que hay que convivir sabiendo que todo va a cambiar y que esta sensación te va a abandonar, dejándote más vacío que antes, pero también con la esperanza de que volverá,  pero que entre medias sólo podemos aspirar a comodidad, algo que hasta parece inalcanzable.